viernes, 11 de julio de 2008

Comiendo helado en Bielorusia

Sigo pegado, muy pegado, con el fenómeno de los llamados “social media”. Escuchando una charla de Clay Shirky (sobre quien hablaré en un muy próximo post) me enteré del fenómeno llamado “flash mobs”. La idea es muy sencilla: se trata de convocar a personas   a través de blogs o cadenas de correos, para reunirse de manera “espontánea” en un lugar determinado e iniciar una conducta o serie de conductas en principio absurdas. La idea, aparentemente, nació del editor de Harpers Magazine, Bill Wasik, quien al parecer quería demostrar lo fácil que es reunir a un grupo de personas que no se conocen para que emitan una conducta común. Lo interesante del flash mob es justamente la apariencia de espontaneidad que tienen, pues todos inician el comportamiento a partir de una clave, como por ejemplo, una hora determinada. Así, no hay “grupo” en un principio, sino que este se arma para dar forma a la acción colectiva e inmediatamente después de terminada la acción, se disuelve. De este modo, se han organizado peleas de almohadas en Toronto, caminatas estilo zomby en San Francisco y la muy especial comida de helados en Minsk, que es sobre la cual quiero hablar.  

A partir de un blog se organizó en Bielorusia un “flash mob” que consistía en ir a la Plaza de Octubre y luego de la clave definida (la cual ignoro) todos empezarían a comer helado. Como todos sabemos, Bielorusia (uno de los mimados de nuestro presidente) es un país gobernado bajo en régimen autoritario, uno de cuyos rasgos distintivos es la prohibición de acciones orquestadas en la mencionada plaza. Los guardias de gobierno, al notar que había una suerte de conspiración detrás de los helados, empezaron a arrestar a las personas, pues no se pueden hacer acciones colectivas en esa plaza, ni siquiera algo tan idiota como comer helado. Después de esa acción siguieron otras. Para Shirky, la más impactante es aquella en la que la acción colectiva consistía en caminar y sonreírse unos a otros. Nuevamente, la policía arrestó a personas por sonreír. Evidentemente, la segunda parte de los flash mobs consistía en registrar todo lo ocurrido en video y fotografías, para luego hacer saber al mundo el nivel de retroceso en el que ese país está sumergido. Dice Shirky, “nada mejor para evidenciar una dictadura que mostrar a sus policías arrestando por comer helado”. Lo peor de todo para los policías de Minsk es que esas acciones son indetenibles, pues la gente entra a la plaza sin agruparse, sin arengas, sin consignas. Simplemente, luego de una señal o una clave, inician su inteligente protesta. 

La historia fascinante deja dos aprendizajes: El primer tiene que ver, nuevamente, con el poder que los medios sociales le dan a las personas. Organizar tales acciones en el pasado era, sino imposible, ciertamente complicado. El segundo aprendizaje tiene que ver con el rasgo claramente primitivo de los gobiernos autoritarios y como la acción coordinada de los ciudadanos, por muy ridícula que en apariencia sea, pueden ponerlos a tambalear. Me pregunto: ¿Qué ocurriría si, ante las inhabilitaciones de “rufián” se organizase un movimiento similar de protesta espontánea ante las puertas de la mismísima asamblea nacional? Sería algo interesante para ver, ¿No?.