Sobre la venezolanidad
Voy a intentar abrir una nueva sección (acaso sea, en realidad, la primera) de este blog para explorar un poco ese constructo extraño que es la venezolanidad. Lo hago porque en estos días aciagos me lo he venido preguntando repetidas veces. ¿Por qué la violencia parece estar tan legitimada en esta sociedad? ¿Por qué hay un desdén generalizado hacia el otro en casi todos los espacios y actividades cotidianas? ¿Qué ha pasado con este “pueblo” amable y cordial que se jacta de haber recibido con brazos abierto a decenas de miles de inmigrantes poco menos de medio siglo atrás? ¿Es parte de lo que vivimos consecuencia de una “venezolanidad” en negativo, de una concepción de sociedad que se ha venido transformando en su opuesto? No lo sé bien, pero tengo la terrible impresión de que vivimos momentos de deterioro social importantes, que trascienden los estrictamente político y que terminarán por generarnos una cantidad de problemas importantes.
Para empezar esta reflexión voy a compartir con Uds, amables lectores, una foto que habla, con extrema claridad, la naturaleza del “servicio” que hay en este país (o al menos en Caracas). La tomé en uno de los locutorios públicos que la empresa CANTV - ahora roja, rojita - tiene en una centro comercial del este de la ciudad. La foto, como podrán observar, no necesita mayor comentario. Despierta, no obstante, algunas inquietudes. La primera y más obvia es cómo es posible que una empresa de telecomunicaciones no pueda ofrecer el servicio de llamadas. Esa obvia inquietud, sin embargo, es comprensible ante el eventual colapso de las líneas o cualquier otro inconveniente técnico que escape de la posibilidades de acción de los que gerencian aquél locutorio. La segunda inquietud tiene que ver con la forma en que comunican el problema. ¿Soy yo, o el letrerito pegado contra el vidrio esconde un grito, al menos una voz alzada ante el fastidio de las que imagino fueron una larga seguidilla de caras de asombro al estilo “¡Cómo coño no hay teléfono en esta vaina!” que varios de los que entraron al local debieron espetarle en la cara al encargado del negocio? ¿Cómo se debe interpretar, sino como una inmensa ladilla, esa colección de signos de admiración y mayúsculas que siguen a la noticia? Yo, particularmente dudo mucho, que esos signos sean una expresión de empatía por parte de los que allí trabajan, como queriendo decir “¡Qué bolas que se nos dañó el teléfono siendo CANTV!, ¡¡¡¡a nosotros nos tiene esto más asombrado que a Ud!!!!!”
No sé realmente qué palabra puede expresar el desinterés que en términos generales se siente hacia uno cuando es atendido en cualquier negocio o por cualquier trabajador. Hay una suerte de creencia de que servir a otro supone una condición de inferioridad intolerable. Tal vez sea esa flojera aprendida según la cual toda persona merece, sin más ni más, que se le de sin trabajar lo que le provoca, lo cual colocaría al trabajo en una situación de labor forzosa innecesaria. Tal vez es ese desdén por el otro lo que hace al servicio una tortura para quien lo provee. Lo cierto del caso es que el maltrato se ha hecho política sistemática, como también lo es la resignación que todos los que deseamos ser tratados con respeto y consideración hemos venido presentando. ¿Qué piensan Uds? ¿Qué cartelito hubiese preferido?
Para empezar esta reflexión voy a compartir con Uds, amables lectores, una foto que habla, con extrema claridad, la naturaleza del “servicio” que hay en este país (o al menos en Caracas). La tomé en uno de los locutorios públicos que la empresa CANTV - ahora roja, rojita - tiene en una centro comercial del este de la ciudad. La foto, como podrán observar, no necesita mayor comentario. Despierta, no obstante, algunas inquietudes. La primera y más obvia es cómo es posible que una empresa de telecomunicaciones no pueda ofrecer el servicio de llamadas. Esa obvia inquietud, sin embargo, es comprensible ante el eventual colapso de las líneas o cualquier otro inconveniente técnico que escape de la posibilidades de acción de los que gerencian aquél locutorio. La segunda inquietud tiene que ver con la forma en que comunican el problema. ¿Soy yo, o el letrerito pegado contra el vidrio esconde un grito, al menos una voz alzada ante el fastidio de las que imagino fueron una larga seguidilla de caras de asombro al estilo “¡Cómo coño no hay teléfono en esta vaina!” que varios de los que entraron al local debieron espetarle en la cara al encargado del negocio? ¿Cómo se debe interpretar, sino como una inmensa ladilla, esa colección de signos de admiración y mayúsculas que siguen a la noticia? Yo, particularmente dudo mucho, que esos signos sean una expresión de empatía por parte de los que allí trabajan, como queriendo decir “¡Qué bolas que se nos dañó el teléfono siendo CANTV!, ¡¡¡¡a nosotros nos tiene esto más asombrado que a Ud!!!!!”
No sé realmente qué palabra puede expresar el desinterés que en términos generales se siente hacia uno cuando es atendido en cualquier negocio o por cualquier trabajador. Hay una suerte de creencia de que servir a otro supone una condición de inferioridad intolerable. Tal vez sea esa flojera aprendida según la cual toda persona merece, sin más ni más, que se le de sin trabajar lo que le provoca, lo cual colocaría al trabajo en una situación de labor forzosa innecesaria. Tal vez es ese desdén por el otro lo que hace al servicio una tortura para quien lo provee. Lo cierto del caso es que el maltrato se ha hecho política sistemática, como también lo es la resignación que todos los que deseamos ser tratados con respeto y consideración hemos venido presentando. ¿Qué piensan Uds? ¿Qué cartelito hubiese preferido?
4 comentarios:
Lo mas interesante me parce a mi es que tanto los encargados de este establecimiento como los posibles clientes seguro ven esto como algo normal y recurrente. Es su realidad. El problema viene cuando conocemos otras culturas y aprendemos que hay otras cosas. Para ellos "eso es lo que hay" te guste o no. Triste pero cierto, solo queda aprender de lecciones únicas como esta. Excelente artículo...
Yo, después de llegar a mi 4 invierno fuera de la patria, no entiendo como el venezolano se la pasa repitiendo el (en mi opinión) mito de que la gente de Venezuela es amable y la de afuera es antipática. Como dices, lo del cartelito no es la excepción, sino la regla. Tengo la impresión (o será esperanza?) de que todavía en la tranquilidad de algunos pueblos se consigue amabilidad, pero de resto......
En una nota un poco más fresca, opino que el cartelito, debería, en plena tradición de los leguajes romances debería transmitir sólo un par de ideas utilizando la mayor cantidad de palabras posible: "Estimado cliente: mucho lamentamos el tener que informarle que, debido a razones que se escapan a nuestro control, no podemos, por un período que desconocemos pero esperamos corto, ofrecerle los servicios de comunicación telefónica a los cuales usted está acostumbrado. Muchas gracias por su fidelidad, y le rogamos disculpe los inconvenientes ocasionados"....bueno tal vez este se pasó de largo, pero ten como plantilla todas las palabras que se gastan en el metro pa decirte que estés mosca con la raya amarilla.
Entiendo que la amabilidad no sea siempre la norma pero el respeto si que debe serlo... Y el venezolano, lamentandolo mucho, no es conocido por ser del tipo respetuoso. Supongo que tiene que ver un poco con el clima, estar tan cerca del Ecuador nos mantiene la sangre caliente, los animos siempre listos para, en el mejor de los casos, una conversacion acalorada.
Con respecto al cartelito, soy de los que opinan que al menos la gramaticar ha de ser respetada. Me enferman los carteles escritos a mano pero que en realidad parecen haber sido escritos con los pies, por ejemplo, y sin ninguna verguenza en cuanto a sintaxis y consideraciones gramaticales se refiere. Especificamente sobre el tono de este cartel de la CANTV, creo que el problema es que la CANTV es una empresa publica y por ende sin posibilidad de quebrar (al menos por ahora), por lo cual el respeto minimo que una empresa privada debe rendir a sus clientes para que estos no vayan a la competencia no la tiene que demostrar. La empresa publica puede ser lo mmas grosero del mundo, si se lo propusiera, porque es parte del Estado y todos sabemos que el Estado hace lo que le da la gana con quien quiera. Punto.
Muchos saludos, Cronopio, y celebro la buena eleccion de este tema.
Carlos,
Gracias por la visita. En efecto, es una triste realidad a la que poco a poco nos vamos habituando. La pregunta que habría que hacerse es ¿qué vienes después? ¿Qué otras cosas toleraremos?
William Z
Me encantó la idea de transmitir un par de ideas con todas las palabras posibles. Sería como hacer de los letreros una suerte de género literario. Eso, al menos, sería preferible al desprecio y la grosería que llevan implícitos muchos de los gestos con los que se atiende al ciudadano de a pie. Gracias por la visita.
Ro
No estoy seguro sobre eso de la sangre caliente. Me han contado que la gente en centro américa es realmente amable y cordial. Para mi, el asunto pasa por la creencia de que el trabajo (en cualquiera de sus dimensiones) es algo negativo, reforzado sobretodo por las múltiples políticas paternalistas que han venido alimentando la psique de los venezolanos desde hace mucho tiempo (país rentista, ebrios de petróleo, etc). Eso se agrava, obviamente, cuando la empresa que presta el servicio no tiene mayor competencia (para muestra, basta subirse a un ferry en pto la cruz), pero insisto en creer que es algo propio del venezolano como individuo. Es algo así como "no me importa un carajo lo que hago. A mi que me den dinero, casa y todo lo que quiero, porque me lo prometieron".
Abrazos y gracias por la visita.
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