lunes, 10 de septiembre de 2007

Indulgencia


Nuevamente comparto una mini joya del humor venezolano, obra del ilustre Laureano Márquez. No hace falta mayor aclaración de la pieza que la de decir que fue el editorial del vespertino Tal Cual del día viernes 07 de septiembre a propósito del arrepentimiento que mostrase el ahora célebre Sr. Ameliach. Nótese el genio de la última línea.

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Galileo, 1633 & Márquez, 2007

“Yo, Galileo Galileach, mayor de edad y de este domicilio, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos compatriotas del PUS, inquisidores generales de la República Bolivariana contra la depravación herética, teniendo ante mí los sagrados textos de la propuesta de reforma constitucional, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro, todos los artículos que la sagrada voluntad del único dirigente sostiene, enseña y predica. Por haber recibido orden de este Tribunal Disciplinario de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el MVR debe ser desenterrado y que gira alrededor del sol de la libertad de criterio, que es el centro e inmóvil, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante al Líder Indiscutible y contraria a su voluntad, he escrito y publicado una supuesta carta inexistente en la que trato de la misma y condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía, esto es, que yo sostengo y creo que el PUS no es el centro del mundo e inmóvil, y que el MVR es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo militante socialista esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mí; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y en general, todo error y sectarismo contrario a lo señalado por el Líder Supremo; y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, que salga en mi defensa, lo denunciaré a este Tribunal Disciplinario o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme, aunque él o ella hayan sido previamente inquisidores y creadores de listas. Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Tribunal Disciplinario. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas (¡que Dios Rafael no quiera!), me someto a todas las penas y castigos que han sido decretados y promulgados por los sagrados reglamentos y otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de este tipo. Así, con la ayuda de Dios y de su proyecto de reforma, que toco con mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galileach, he abjurado, prometido y me he ligado a lo antes dicho; y en testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este presente escrito de mi abjuración, que he recitado palabra por palabra. En Caracas, en el Capitolio Federal, 5 de septiembre de 2007; yo, Galileo Galileach, he abjurado conforme se ha dicho antes con mi propia mano." Galileach, sólo piccola cosa: En la intimidad de tu corazón, allí, en ese lugar secreto en el que sólo tú entras, eppur si muove?

viernes, 7 de septiembre de 2007

Or-weil

Definitivamente, Weil tiene genio y lo manifiesta sin mezquindad en sus caricaturas. Hacía tiempo que tenía ganas de escribir un comentario – harto común en estos días – sobre Animal Farm de George Orwell (de hecho, en El Nacional de hoy 7 de septiembre pueden encontrar uno artículo de opinión con ese título), pero creo que la caricatura de Weil es bastante más elocuente que cualquier cosa que pudiera yo escribrir. Sirva esta pequeñita obra de arte para la reflexión de lo que nos puede venir y, evidentemente, como invitación a la lectura del maravilloso libro del Inglés.


miércoles, 5 de septiembre de 2007

Las Celestiales




Nuevamente de manos de mi estimado amigo José Vilela, un Cronopio como los que ya no se hallan, me llegó a las manos un librillo titulado Las Celestiales, que mi ignorancia (que es inmensa) no me había dejado conocer. El libro en cuestión fue escrito por Iñaki de Errandonea, s.j, (pseudónimo de Miguel Otero Silva) y fue dado a la imprenta en el año 1965 acompañado por ilustraciones de Fray Joseba de Escucarreta, s.j (pseudónimo de Pedro León Zapata). La obra reúne y comenta con una prosa realmente deliciosa una serie de cuartetas presumiblemente originadas en la cultura popular y en las que se canta sobre Santos con alguna que otra palabrota - lo cual por cierto desató la ira del entonces Cardenal Humberto Quintero. La edición que mi estimado pana me regaló (Libros de El Nacional, 2003) viene con sendos prólogos, el primer de Jesús Sanoja Hernández y el segundo y más importante, del propio MOS, el cual por cierto, es de los mejores prólogos que he leído en mi vida (no exagero). Me tomo la molestia de comentar el librillo (el diminutivo no le hace justicia a la calidad de la obra, hace referencia a su brevedad simplemente) porque es de lo mejor que he leído en materia de humor y confío que cualquier buen lector sabrá disfrutar de una prosa espectacular y un ingenio maravilloso. Pero como nada es mejor que dar a probar un bocado de este plato fantástico, dejo ya de hablar pendejadas y les transcribo uno de las varias piezas que podrán encontrar en Las Celestiales. Espero las disfruten tanto como yo.

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Cuando San Juan se cayó
de la escalera pa´bajo,
Dijo Dios: ¡Adios carajó,
Este Santo se jodió!


En los llanos venezolanos existen dos versiones de esta copla. Don Carlos del Pozo en su Memoria Planiciae Guaricensis transcribe la siguiente: “Cuando San Pablo cayó, etc...”, lo cual significaría que quién rodó por la escalera no fue ningún San Juan sino el genial autor de las Epístolas. A este respecto refiere Tertuliano, en su “Apología contra los Gentiles”, que a poco de convertido San Pablo fue víctima del Demonio e incurrió de nuevo en sus abominables idolatrías. Súpolo José de Arimatea y narróle un sueño donde se le había parecido Javeh para decirle que Saulo de Tarso era un caso perdido. Según la trascripción de don Carlos del Pozo, sería a este sueño de José de Arimatea a lo que se refiere en su ingenuo lenguaje la musa popular.
A contrapelo hemos comprobado que en la zona de San Sebastián de los Reyes, región donde genuinamente se cantan Las Celestiales, no existen vestigios de la exégesis que atribuye a San Pablo el desbarrancamiento. Ningún trovador ni trovadora entona los versos sino de este modo: “Cuando San Juan se cayó, etc”. En consecuencia, hubimos de concretar nuestras pesquisas en torno a San Juan.
Nuestra primera dificultad fue dilucidar de cuál San Juan se trataba. Existen en el calendario cristiano la bicoca de 49 Santos Juanes distintos, sin contar los 79 Beatos Juanes, que están en aguardo de su canonización. Los Santos van desde San Juan de la Cruz, que era un excelso poeta, hasta San Juan el Enano, cuya fiesta se celebra humildemente el 17 de octubre. ¿A cuál de esos 128 Santos o Beatos Juanes se refería la cuarteta? Ahí estaba el busilis.
Tras largo quemarnos las pestañas escrutando infolios, actas y textos de hagiografía, llegamos a la conclusión de que el San Juan del patatús no había sido otro sino el más eminente de todos, aquel de quien dijo Jesús: “En verdad os digo, no entre los nacidos de mujer ninguno más grande que Juan el Bautista”.
Estaba San Juan sepultado en una cisterna de la fortaleza de Maqueronte, donde lo había metido Herodes, tetrarca de Galilea, en castigo por los sermones que el Profeta pronunciaba para denunciar los pecados de la carne que Herodías, mujer de Herodes, cometía con los capitanes de Asiria, los jóvenes egipcios y unos cuantos caballeros más. Herodes, que a pesor de todo le tenía cierta simpatía al prisionero, permitióle que subiera por la escalerilla hasta el borde de la cisterna y desde allí presenciara la danza que Salomé, hija de Herodías, iba a bailar en honor al Tratarca. Según la versión del escritor pagano Oscar Wilde (cuya lectura desaconsejamos a los menores de 20 años), Salomé, que había heredado los volcanes interiores de su madre, se enamoró de San Juan al no más verle los ojos y gritó desenfrenada: “¡Quiero besar la boca de Jokanahán!”. Empero, la historia auténtica cuenta que Salomé bailó la danza de los siete velos, quitándose velo por velo, hasta quedar como Herodías la echó al mundo. El pobre Bautista, agarrado a la barandilla de la cisterna, soportó los seis primeros velos sin parpadear. Pero cuando estalló debajo del séptimo aquella blancura de paloma y lirio, aquellas sonrosadas redondeces, aquel cuerpo de diosa que jamás la Divina Providencia ha vuelto a esculpir, el Santo soltó el pasamanos, rodó por la escalera que lo sostenía y su cuerpo retumbó en el fonde de la cisterna como un fardo de plomo. Dios, que está en todas partes, contempló la escena e hizo el comentario adecuado.