viernes, 25 de mayo de 2007

Escape


Me quiero ir. Ya es definitivo. He luchado contra todo tipo de ideas y señales que me hacían pensar que irme era lo mejor, pero fracasé. No puedo pensar más que en una cosa, quizá la más importante, para quedarme: mi gente. Mi gente en todo el sentido que el término permite. Mis amigos, mi familia (la que por nacimiento me tocó y la otra, la que adopté y me adoptó), mis colegas, mis compañeros de trabajo, mis profesores.
El resto, todo lo demás, es prescindible en este país. Porque tristemente se ponen en la balanza todas esas cosas y siempre termina pesando más la delincuencia, el atropello, la política deleznable del neo – caudillismo bolivariano, tan repleto de odio, de clichés y de sin sentidos. No hay manera de resolver el dilema que supone decidir entre vivir cerca de los que uno quiere, pero sumergido en el temor, el odio y la incertidumbre o vivir lejos pero en una sociedad con todas sus letras. No se puede. Es uno más de esos malditos dilemas en los que no se puede aplicar lo que los gurús de las estrategias (con sus frases característicamente cursis) llaman ganar – ganar. El emigra siempre pierde. Irse siempre es malo. Lo que ocurre es que a veces es menos malo que quedarse. Lo que transforma todo el asunto en lo contrario, es decir, es el perder – perder.
Yo soy hijo de inmigrantes. Hace 32 años aproximadamente mis padres, viviendo bajo el régimen nefasto de Isabel Perón y su Rasputín argentino, José López Rega, tomaron la decisión de irse del país, atraídos por la bonanza petrolera que en aquel entonces se vivía en Venezuela. Atrás dejaron a su familia y sus costumbres, pero también dejaron temores, incertidumbre y conflictos que pronto cambiaron por una mejor calidad de vida. Hoy es difícil evaluar si su decisión fue correcta. De haberse quedado, hubiesen vivido la sangrienta dictadura militar de Jorge Videla, la guerra de las Malvinas, las fuertes recesiones económicas y la debacle financiera consecuencia de las estrategias menemistas. Nunca pensé que yo también debería evaluar la posibilidad de levar anclas. Sé muy bien lo que significa vivir lejos. Aprendí a querer a gente con la que nunca viví. Aprendí a vivir con la idea de que los abuelos y los primos estaban siempre lejos. Aprendí a compartir culturas, a no ser nunca enteramente venezolano ni completamente argentino. Viví en la mitad y hoy, posiblemente, deba partir una de esas mitades en dos.
Debo irme y entender que quizá lo mejor es no ser nunca de ningún sitio. Intentar anestesiar la memoria, domar la nostalgia que se empieza a sentir apenas se comprende que la huída es posiblemente el menor de los males. Entender que quizá sea éste un sacrificio que se hace en nombre de los que todavía no llegan.

4 comentarios:

_WolfStrife_ dijo...

Cronopio

Ya hemos discutido esto antes, pero hoy es peor, porque hoy vuelve el miedo. Es idiota de mi parte, pero dejo que la cotidianidad me anestesie, para poder vivir el día a día. Un día a día que no tiene sentido en esta puta ciudad, en esta maldita tierra. Estoy cansado de vivir indignado, arrecho, en negación. Y estoy atado de manos, indefenso. ¿Que puede hacer un hombre sin ideas?

Nada se me ocurre, así que también elijo irme.

Un abrazo futuro compañero exiliado por elección.

Cronopio dijo...

Estimadísimo Wolfstrife,

Así estamos todos, lamentablemente, sumidos en la más pura de las indefensiones. Nada hay que parezca señalar el fin de esta pesadilla del mal gusto y de la ignorancia en la que se ha convertido a la nación. Estamos de brazos caídos, sin ideas, sin aliento, sin nada más que el pasaporte y la trocha rumbo a Maiquetía. No creo que sea para nada idiota inyectarse la anestesia de la cotidianidad. ¿Qué hacemos si no? ¿Escuchar la hojilla? ¿Calzarnos una boina y celebrar los arrebatos autoritarios?
Yo tampoco sé que hacer.
Otro abrazo

Anónimo dijo...

Marinee, soy. Uds eligen la forma mas facil de solucionar los problemas......huyendo. Dices ser venezolano hijo de inmigrantes, pero creo que deberías corregir...eres inmigrante y esa condición no te permite la tranquilidad necesaria en el ser humano. Cuando sientas el sentido de pertenencia, darás tranquilidad a tu espíritu. Chaves no es el problema....el problema somos todos, pero necesitamos justificarlo. Vete a otro país y ruego a dios que en él no te toque otro chavez porque seguirás huyendo y mudándote. Dale tranquilidad a tu espiritu y a quien creyo encontrar en tí la seguridad que debe aportar una pareja. Vivirás huyendo

Anónimo dijo...

El problema de la Argentina es el peronismo y Perón.
Por ejemplo pueden encontrar información sobre la responsabilidad de Perón en la creación de la
"Triple A" en
http://somaten.tripod.com
Se trata de un extracto del libro "El presidente que no fue" de Miguel Bonasso