martes, 9 de enero de 2007

La revolución como oxímoron

Oxímoron (Del gr. ὀξύμωρον).
1.m. Ret. Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador
Diccionario de la Real Academia Española


Dentro de los muchos elementos que llaman la atención del proceso o régimen que lidera Hugo Chávez hay dos que son de particular importancia: el primero es un discurso construido sobre la contradicción y el segundo es el planteamiento dicotómico o maniqueo de sus argumentos.

Desde mi óptica miope de psicólogo que se sintió con ganas de meterse en este asunto de la política por pura reflexión y necesidad moral, ambos elementos se hallan relacionados. En casi todas las manifestaciones importantes de Chávez o alguno de sus más destacados voceros puede uno encontrar elementos contradictorios, que no hacen sino evidenciar la verdadera naturaleza de su revolución delincuente y totalitaria, ante la cual no hay alternativa posible. Por ejemplo, pensemos en la ocasión en la que Chávez anunciaba a viva voz en la asamblea que su revolución es pacífica pero armada. Esa frase que contiene dos importantes contradicciones (¿revolución pacífica? ¿pacífica y armada?), emitida como una advertencia a quienes se oponen a su proyecto político y maquillada con la palabra “pacífica” es parte inseparable de su pensamiento maniqueo, que consiste en una absoluta convicción de que todo lo que está fuera del proceso chavista está mal y hay que eliminarlo o anularlo. Ya distintos pensadores latinoamericanos han levantado la bandera del offside para advertirnos hacia dónde caminamos como nación, siguiendo como borregos este camino de “izquierda” que bien ha rebautizado Fernando Mires como “populismo fascista” y que según él se da como consecuencia de combinar el personalismo, el movimientismo, el nacionalismo extremo, el mesianismo revolucionario y el militarismo. Ayer, en su procaz declaración en contra del secretario general de la Organización de Estados Americanos, Chávez, una vez más, nos demostró a los venezolanos que lo que él dice es ley (ni hablemos de la habilitante que está pidiéndole a la asamblea) y que por encima de su figura no existe nada, ni ley, ni constitución, ni respeto; nada de nada.

Lo más grave de todo, quizá, está en el hecho de que Venezuela como pueblo le ríe las gracias y no termina de entender el peligro que supone concentrar todo el poder en un individuo, por muy loables que sean sus intensiones (supuesto negado, of course). La gente aplaude cuando se dirige a un alto funcionario con insultos e improperios, manejando las relaciones exteriores de un país como si se tratase de una finca gerenciada en el siglo XIX. Probablemente, muchos de sus más lánguidos seguidores, utilizarán la palabra “pendejo” como slogan, de manera similar a lo ocurrido con el tenebroso “rojo, rojito” del siniestro ministro Ramírez.

Chávez y su revolución acabarán conduciéndonos a desastres que superan hoy nuestros más profundos temores. “Piensa mal y te quedarás corto”, solía decir un admirado profesor de la escuela de psicología, deformando el conocido refrán para que pudiera dar cabida a las nuevas demostraciones de la pobreza humana. Nada más acertado en nuestros tiempos. Mientras tanto, seguiremos escuchando esos eufemismos como “socialismo del siglo XXI” y tolerando las múltiples contradicciones en sus discursos, como bofetadas que anuncian la estocada final. Alto será el precio de vivir bajo la sombra de este pobre militar y sus delirios megalománicos. No en vano, uno de los ejemplos más emblemáticos de oxímoron es “inteligencia militar”.


Nota al margen
En estos días se puede ver en el canal del estado (ese grotesco y vulgar instrumento propagándisto del gobierno) un video titulado la verdad y que en su estribillo ilustra claramente lo del oxímoron que he querido comentar en este post. Por si no soportan los casi 3 minutos y medio que dura el video, les adelanto el estribillo.
"Con balas de paz
y fusiles de amor
lograremos victorias y glorias
creando un mundo mejor"

3 comentarios:

_WolfStrife_ dijo...

Lamento llegar y complicar la cosa aún más mi estimado Cronopio, pero pensando en las contradicciones de nuestros tiranos, me topé con el gran Wilde:
"Who wants to be consistent? The dullard and the doctrinaire, the tedious people who carry out their principles to the bitter end of action, to the reductio ad absurdum of practice"
Tal vez el peligro de la revolución yace en su propia inconsistencia.
Abrazos buen amigo.

Cronopio dijo...

Creo que fue Chesterton el que dijo que ningún hombre serio deja de contradecirse al menos 3 veces al día, muy en línea con el Tío Oscar. No obstante, lo peligroso no está en contradecirse al estilo hoy dije si y mañana digo no. Lo curioso y revelador de todo es que se contradicen en las mismas oraciones. Es como si no puedieran esconder su verdadera naturaleza. No sé por qué me hace acordar de la anécdota del malandro regenerado que subido a una buseta le decía a los pasajeros haber dejado las drogas después que se le apareció una "luz ensordecedora". ¿Estaremos frente a la nueva poética revolucionaria? Si los poetas son cómo este triste Sr. Arreaza, Dios nos agarre confesado.
¡Otro gran abrazo!

Viandante dijo...

Siguiendo el tono reflexivo que acompasa este post y sus respectivos comentarios me veo en la no muy grata necesidad de ratificar lo absurdo, y bastante kafkiano que resulta todo "El proceso" revolucionario en el que nos vemos incluidos sin que realmente seamos culpables o artífices directos. Ciertamente sobran las explicaciones sociológicas y políticas que han hecho posible la instauración de un regimen totalitario que mezcla hábilmente lo peor del socialismo y del facismo, pero sin duda somos todos culpables directos por no habernos rebelado, por ser tan apáticos, ignorantes y cobardes, por no haber levantado un dedo en contra del sistema, por no haber sido capaces de aunque sea convertirnos en mártires,por no haber si quiera intentado una revuelta estudiantil. Es triste saber que a los jóvenes no les interesa su propio futuro, saber que se hallan en la absoluta ignoracia de los procesos históricos, y que no les interesa involucrarse en el estudio, la crítica y la verdadera lucha por la igualdad.
Al menos el pobre Josef K. intentó entender de qué le acusaban, intentó demostrar que era inocente, aunque resultará siendo engullido por el sistema, del mismo modo que los estudiantes mexicanos fueron masacrados el 2 de octubre de 1968, igual que los cientos de jóvenes argentinos activistas desaparecidos bajo la bota de Videla, y que quedaron marginados por el dudoso triunfo de la selección argentina en el mundial del 78.