La Castroenteritis
Por razones definitivamente ajenas a mi voluntad llevo semanas alejado de la literatura, lo que hace que siga pensando en política y en consecuencia publique aquí sobre ese tema. Como he dicho anteriormente, no es el propósito del blog, pero dadas las circunstancias, tendré que adaptarme un poco. En esta ocasión comparto con uds un ensayo escrito por Guillermo Cabrera Infante y publicado en su libro "Mea Cuba". Espero sea de su agrado.
Saludos.
C.
---------------------------------------------------------------------
La Castroenteritis
No hay mal que dure cien años pero conozco uno, la Castroenteritis, que dura ya treinta y tres. Es una enfermedad del cuerpo (te hace esclavo) y del ser (te hace servil) y la padecen nativos y extranjeros – algunos de los últimos con extraña alegría. Aunque la enfermedad es infecciosa (hay que advertir que los atacados no tienen todos ideas sino sentimientos totalitarios: la Castroenteritis no deja pensar) y a veces es fatal, tiene un antídoto poderoso, la verdad. La verdad desnuda crea anticuerpos que combaten la Castroenteritis eficazmente. Hay una variedad nueva que ha brotado dondequiera que se esté a la moda y se la ha bautizado con el nombre de Castroenteritis Chic. Afortunadamente la epidemia está menguando y no queda más que un foco, según la teoría de un francés contaminado y recuperado luego. Todo parece indicar que el brote más virulento será erradicado en breve. Los anticuerpos parecen tomar posesión de todo el cuerpo.
“Fidel Castro ha erradicado la pobreza en Cuba y ha nacionalizado la miseria”. Esta frase la dije en fecha tan temprana como junio de 1968 en un artículo para la revista primera plana con el que me construí un ghetto de uno solo. Cadáveres ilustres (Cortázar, Carlos Barral) y zombies políticos (mencionarlos ahora es activarlos) me condenaron a un ostracismo que no fue más que una estación más en mi exilio voluntario. Estaban entonces en todas partes, hasta en un vuelo de Iberia en el que el sobrecargo se convirtió en una pobre carga castrista. Epítetos al uso (gusano, sin advertir que uno siempre se puede convertir en mariposa, lacayo del imperialismo, insulto proferido por otro lacayo de otro imperialismo) cayeron sobre mí como una lluvia ácida.
Pero sabía que tenía razón. A diferencia de esos Castroenterados yo podía repetir con José Martí: “He vivido en el monstruo y conozco sus entrañas”. Y aún más: estuve en su caverna y no sólo sé el terrible tamaño de Polifemo y cómo reconocerlo, sino que una perversa intimidad me permite usar el nombre de cada cíclope y sus apodos: el Gallego, el Guajiro, Barbarroja, Barbita, el Chino y hasta aquél que se llamó siempre Richard pero cambió de súbito de nombre por miedo a identificarse, no con el enemigo, sino con la lengua del enemigo. El peligro que se corre en esta espelunca es que el amigo puede convertirse en seguida en enemigo. Por eso, cuando me preguntaban mi nombre, yo decía: “Ning-Uno”.
No puedo predecir ni el futuro más cercano. Mañana por ejemplo. No soy un futurólogo. Ni siquiera soy un futurista y además soy miope. Pero puedo mirar al pasado con ira. Sobre todo el pasado español. En España, desde Franco hasta Felipe González, pasando por el falso duque, se ha dado la mano a una mano de hierro poniéndole guantes de seda y una joya o dos. Para pagar, justo cambio, Castro ha enviado a España inodoros y ha llegado a pagar su deuda ¡con caramelos! Hay otras transacciones más vergonzosas que una taza de inodoro, pero ésas son razones comerciales. Lo que es difícil de explicar son los efusivos abrazos de Felipe González en Barajas cuando Castro, jugador de póquer, obligó al español a una escala forzada. Están además las fotos de su regocijo en Tropicana, flanqueado por una corista casi corita, y por Castro al otro lado, en lo que parecía una versión en colores de la bella y la bestia. Esta foto fue para mi tan repugnante como la que se hizo Franco con Hitler. La única diferencia es que en la última el asunto era de tirano a tirano. ¿Por qué González le tira tanto el ogro de la Habana? La respuesta puede ser el nombre de otro capricho español.
Puedo hablar también del presente miserable. Después de treinta años de racionamiento por tarjeta, ahora Castro planea adoptar el régimen de Pol Pot, la llamada economía de subsistencia, y un lunático sistema militar – agrícola que creará en la población cubana una verdadera hambruna. Aunque, no, claro, para los dirigentes. (Ya en la guerrilla de la sierra era Castro quien se comía el único trozo de carne). Además, por si la debacle. Un diplomático sudamericano que se dice enterado asegura que Felipe González ya ha ofrecido asilo a Castro en Galicia. Lo dudo. Castro es un capitán que después de averiar su barco se hunde con él. La isla será su Titanic.
Londres, 2 de marzo de 1990.
Saludos.
C.
---------------------------------------------------------------------
La Castroenteritis
No hay mal que dure cien años pero conozco uno, la Castroenteritis, que dura ya treinta y tres. Es una enfermedad del cuerpo (te hace esclavo) y del ser (te hace servil) y la padecen nativos y extranjeros – algunos de los últimos con extraña alegría. Aunque la enfermedad es infecciosa (hay que advertir que los atacados no tienen todos ideas sino sentimientos totalitarios: la Castroenteritis no deja pensar) y a veces es fatal, tiene un antídoto poderoso, la verdad. La verdad desnuda crea anticuerpos que combaten la Castroenteritis eficazmente. Hay una variedad nueva que ha brotado dondequiera que se esté a la moda y se la ha bautizado con el nombre de Castroenteritis Chic. Afortunadamente la epidemia está menguando y no queda más que un foco, según la teoría de un francés contaminado y recuperado luego. Todo parece indicar que el brote más virulento será erradicado en breve. Los anticuerpos parecen tomar posesión de todo el cuerpo.
“Fidel Castro ha erradicado la pobreza en Cuba y ha nacionalizado la miseria”. Esta frase la dije en fecha tan temprana como junio de 1968 en un artículo para la revista primera plana con el que me construí un ghetto de uno solo. Cadáveres ilustres (Cortázar, Carlos Barral) y zombies políticos (mencionarlos ahora es activarlos) me condenaron a un ostracismo que no fue más que una estación más en mi exilio voluntario. Estaban entonces en todas partes, hasta en un vuelo de Iberia en el que el sobrecargo se convirtió en una pobre carga castrista. Epítetos al uso (gusano, sin advertir que uno siempre se puede convertir en mariposa, lacayo del imperialismo, insulto proferido por otro lacayo de otro imperialismo) cayeron sobre mí como una lluvia ácida.
Pero sabía que tenía razón. A diferencia de esos Castroenterados yo podía repetir con José Martí: “He vivido en el monstruo y conozco sus entrañas”. Y aún más: estuve en su caverna y no sólo sé el terrible tamaño de Polifemo y cómo reconocerlo, sino que una perversa intimidad me permite usar el nombre de cada cíclope y sus apodos: el Gallego, el Guajiro, Barbarroja, Barbita, el Chino y hasta aquél que se llamó siempre Richard pero cambió de súbito de nombre por miedo a identificarse, no con el enemigo, sino con la lengua del enemigo. El peligro que se corre en esta espelunca es que el amigo puede convertirse en seguida en enemigo. Por eso, cuando me preguntaban mi nombre, yo decía: “Ning-Uno”.
No puedo predecir ni el futuro más cercano. Mañana por ejemplo. No soy un futurólogo. Ni siquiera soy un futurista y además soy miope. Pero puedo mirar al pasado con ira. Sobre todo el pasado español. En España, desde Franco hasta Felipe González, pasando por el falso duque, se ha dado la mano a una mano de hierro poniéndole guantes de seda y una joya o dos. Para pagar, justo cambio, Castro ha enviado a España inodoros y ha llegado a pagar su deuda ¡con caramelos! Hay otras transacciones más vergonzosas que una taza de inodoro, pero ésas son razones comerciales. Lo que es difícil de explicar son los efusivos abrazos de Felipe González en Barajas cuando Castro, jugador de póquer, obligó al español a una escala forzada. Están además las fotos de su regocijo en Tropicana, flanqueado por una corista casi corita, y por Castro al otro lado, en lo que parecía una versión en colores de la bella y la bestia. Esta foto fue para mi tan repugnante como la que se hizo Franco con Hitler. La única diferencia es que en la última el asunto era de tirano a tirano. ¿Por qué González le tira tanto el ogro de la Habana? La respuesta puede ser el nombre de otro capricho español.
Puedo hablar también del presente miserable. Después de treinta años de racionamiento por tarjeta, ahora Castro planea adoptar el régimen de Pol Pot, la llamada economía de subsistencia, y un lunático sistema militar – agrícola que creará en la población cubana una verdadera hambruna. Aunque, no, claro, para los dirigentes. (Ya en la guerrilla de la sierra era Castro quien se comía el único trozo de carne). Además, por si la debacle. Un diplomático sudamericano que se dice enterado asegura que Felipe González ya ha ofrecido asilo a Castro en Galicia. Lo dudo. Castro es un capitán que después de averiar su barco se hunde con él. La isla será su Titanic.
Londres, 2 de marzo de 1990.
No hay comentarios:
Publicar un comentario